Tal vez llevas tiempo sintiendo que te falta algo, aunque no sepas exactamente qué. Sigues con tu rutina, el mismo trabajo, las mismas calles, los mismos planes de siempre. Y sin embargo, hay un impulso dentro de ti que te dice que necesitas un cambio. Algo que te sacuda, que te haga ver las cosas con otra perspectiva.
Cuando llegué a Nepal, pensé que iba a ser un simple trekking, un viaje por montañas impresionantes. Pero lo que encontré allí fue mucho más profundo. Desde el primer instante en Katmandú, con su caos vibrante y su energía indescriptible, hasta el momento en que puse un pie en el Valle de Langtang, supe que este viaje no era solo un destino, sino una vivencia que lo cambia todo.
Lo que más me impactó no fueron solo los paisajes imponentes, sino la felicidad de las familias tamangs. Gente que vive en valles remotos, lejos de cualquier lujo moderno, y sin embargo, irradian una paz y una alegría difícil de encontrar en nuestro mundo occidental.
Nos preocupamos por cosas como el trabajo, las facturas, la comodidad… pero ellos, con mucho menos, parecían tenerlo todo.
Quizás, cuando regreses de este viaje, dos pensamientos resuenen en tu mente: «Qué afortunado soy de vivir donde vivo» y, al mismo tiempo, «Qué increíble es poder elegir qué hacer y dónde estar».
Porque, a pesar de nuestras casas confortables, el agua caliente y la calefacción, a menudo sentimos un vacío difícil de llenar. Y tal vez la clave no está en lo que poseemos, sino en cómo lo vivimos.
Recuerdo una noche en un pequeño lodge de madera. La familia tamang que nos acogió no hablaba nuestro idioma, ni siquiera con ChatGPT hubiéramos podido traducir lo que decían. Pero las miradas, los gestos y las risas bastaron para sentirnos como en casa. Nos ofrecieron una sopa caliente, nos abrieron su hogar y, sin darnos cuenta, estábamos cantando y bailando al ritmo del tungna, su instrumento de cuerdas, mientras la noche avanzaba en un rincón del mundo donde el tiempo parecía detenerse. Ellos con tan poco solo irradiaban felicidad.
En este trekking no solo recorrerás montañas, sino que también dejarás atrás el ruido de lo cotidiano. Cada paso te alejará de las preocupaciones y te acercará a una nueva forma de ver las cosas. Sentirás la libertad de caminar sin prisas, de respirar profundamente y de permitirte, por fin, escuchar lo que realmente quieres.
Aquí, entre las montañas del Himalaya y su gente, te das cuenta de algo que en casa siempre parece difuso: la felicidad no es lo que posees, sino lo que sientes. La montaña te enfrenta a ti mismo, a tu ritmo, a tus pensamientos, a lo que realmente importa. Y cuando menos lo esperes, descubrirás que no se trata de buscar más respuestas, sino de experimentar más profundamente lo que ya está frente a ti.